Estoy mirando al árbol que está fuera de la ventana de mi habitación y pasa mucho, mucho rato. No tengo ganas de moverme, tampoco de hacer nada. No sé decir qué tengo, tampoco qué me pasa. Mi cuerpo está como cansado pero no he hecho nada. Mis juguetes están todos puestos en el mueble, antes me gustaba jugar con ellos, pero ahora me da lo mismo y tampoco me apetece la tablet. Mi madre ya ha entrado varias veces y me ha dicho “¿Qué haces ahí parado como atontolinado? No he sabido bien qué contestarle. Ella siempre va corriendo y haciendo las cosas muy deprisa, trabaja mucho fuera y dentro de casa.
Mi hermano pequeño da mucha tabarra a todos y mi madre dice “este niño me vuelve loca”. Mi padre pasa poco tiempo en casa, siempre tiene faena que hacer fuera. Mi abuelo me decía “Tú tranquilo cariño, aunque los papás estén muy atareados, tú y yo podemos hacer tantas cosas juntos y además ya sabes que nos divertimos mucho”. Ahora mi “abu” se ha ido para siempre, como se fue mi tortuga, ya me han explicado que es lo normal, pero yo lo echo tanto de menos… y me faltan sus palabras, sus abrazos, sus cuentos, sus juegos… veo sus cosas y no entiendo del todo por qué ha tenido que ser así. A mi hermano parece que le importa menos.
Cuando llega la noche no sé por qué tengo miedo y me cuesta dormir y cuando finalmente lo consigo aparecen los monstruos y me despierto sudado y con tanta angustia.
Antes me gustaba la escuela y me iba bien pero, ahora no me interesa. No es como cuando me aburro, es diferente, sólo no me importa. En muchas clases no me entero, suena la campana y no sé qué ha explicado la maestra. Mis amigos quieren que juegue con ellos en el patio y lo hago pero como un robot, se enfadan conmigo porque me dicen que no me entero y que estoy en las nubes. Me falta mucho mi mejor amigo Fran, se fue el curso pasado a vivir a otra ciudad, hablamos por teléfono, a veces alguna videoconferencia pero no es lo mismo. Hago atletismo, antes me gustaba mucho y también competir, pero ahora cuando mi profesor me chilla se me pone un dolor en el pecho y como un puño en el estómago y sólo querría que marcharme a casa y meterme en mi cuarto sin que nadie me hable.
Mamá me dice que cada día soy más raro y que tengo “muy poca cuerda” porque me enfado fácilmente y todo me molesta. Yo querría hablar con mamá, con papá y decirles que estoy mal, que no sé ni entiendo lo que me pasa, que tampoco sé explicarlo bien, que me da miedo quedarme así para siempre, pero tienen muy poco tiempo para nada y lo que me sucede es extraño, tampoco quiero que piensen que tienen un hijo “tocado” de la cabeza.
Lo anterior no es un mero relato, la depresión (bajo estado de ánimo), aunque parece que cueste asumirlo no sólo existe y la sufren los menores, niños y adolescentes, sino que además se está verificando a partir de la pandemia del Covid-19 un incremento hasta casi del 90%, además de otras dolencias psiquiátricas que no son objeto de este artículo. La niñez y la juventud no son filtros protectores de la tristeza, la angustia, el desánimo, la apatía, la anhedonia, la abulia, la ansiedad, cambios en el ciclo circadiano y del sueño, ideas autolíticas. Tampoco se puede o no se debe aplicar la máxima que el tiempo lo cura todo y que ya le pasará, porque los niños lo superan todo.
Síntomas de depresión en niños
Los síntomas de depresión varían según la personalidad del niño y la etapa de desarrollo en la que se encuentra. El hospital Sant Joan de Déu (Barcelona) enumera los siguientes:
Los síntomas principales son:
- Estado de ánimo irritable o triste. Los niños suelen estar más irritables o malhumorados que tristes o abatidos.
- Pérdida de interés o de placer. Pasan menos tiempo en hobbies o actividades que anteriormente les producían placer. Los padres suelen notar mayor aislamiento social o abandonos de hobbies que antes disfrutaban.
Otros síntomas:
- Cambios en el apetito, con repercusión en el peso (pérdida, ganancia o un estancamiento)
- Cambios en el sueño (dificultades para dormir o sueño excesivo)
- Cambios psicomotores (dificultad para estar quieto y moverse continuamente; o marcado enlentecimiento en las respuestas y movimientos)
- Pensamientos de inutilidad o culpa
- Fatiga, pérdida de energía
- Dificultades para concentrarse (por ejemplo, se puede observar una bajada brusca del rendimiento académico, que se distrae constantemente o quejas de memoria)
- Pensamientos de muerte, intentos de suicidio
Ten presente que muchos de los síntomas descritos también son característicos de otros tipos de dificultades o trastornos; no son exclusivos de la depresión. Pueden aparecer en otros trastornos psicológicos, como:
- Trastorno de ansiedad: nerviosismo, inquietud psicomotriz, quejas somáticas, dificultad para dormir.
- Trastornos de conducta: problemas de conducta o disciplina
- Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): dificultades de concentración, rendimiento académico bajo, baja tolerancia a la frustración, autoestima baja
- Trastornos del aprendizaje: rendimiento académico bajo, dificultad para concentrarse, autoestima baja
- Fobia escolar: quejas de molestias físicas, agitación, rendimiento académico bajo
- Falta de destrezas sociales: aislamiento social, mala conducta, problemas de disciplina
- Enfermedades físicas: quejas de molestias físicas, cambio en el apetito, cansancio
- Trastornos de la conducta alimentaria: subida o bajada de peso corporal, falta de ganancia de peso / crecimiento adecuado, cambios en el apetito, autoestima baja
Ninguno de estos síntomas, aislados o en grupo, son solamente de depresión. Si algunos de estos síntomas están presentes o tienes dudas, consulta al profesional. En caso necesario, un profesional de la salud mental (psicólogo clínico o psiquiatra) será capaz de descartar estas y otras causas.
Observa al niño/a y detecta señales en su comportamiento
Las causas de la depresión infantil pueden ser variadas. Factores de riesgo
Empecemos por el estilo cognitivo de los padres que genera mucha discusión entre los expertos valorando que es una interacción entre la genética y la educación, adquiriendo el menor un tinte catastrofista por aprendizaje vicario. También puede resultar un desencadenante los conflictos parentales o entre las principales figuras de apego que llevan la crianza del menor.
Con alta incidencia se verifica la depresión infanto juvenil cuando existe violencia familiar. No hay que infravalorar el efecto de los acontecimientos estresantes (divorcio de los padres, fallecimientos, mudanzas, cambios de colegio, pérdidas…). Cuando se da el rechazo social por el motivo que sea (características físicas, psíquicas, sociales…). Y obviamente por características intrínsecas del niño ya sea por rasgos de personalidad o por otros trastornos mentales o del neurodesarrollo.
Cierto es que una depresión no detectada a tiempo y sobre la que no se ha intervenido adecuadamente puede conducir al niño a presentar una baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, ansiedad generalizada, problemas y dificultades de aprendizaje, problemas en sus interacciones sociales y adaptaciones en los diversos ámbitos vitales (escuela, familia, social). La diferencia entre diagnosticar a tiempo y llevar un tratamiento, con una media de cinco a siete meses, a no hacerlo es que el niño o el joven se quede con una problemática que lo perfila como una personalidad triste, pesimista, aislada, retraída, con muchas inseguridades e incertidumbres, incluso con comportamientos ritualistas y compulsivos, aprensivo.
Observación de señales y detección temprana de la depresión infantil
Mediante dide, podéis vosotros, padres y profesores, observar las señales de una posible depresión infantil y obtener la información que necesitáis sobre el niño/a en un amplio espectro de 35 marcadores que abarcan los principales ámbitos del niño y del joven, o sea, desarrollo y social, educación y aprendizaje, emoción y comportamiento. Todo ello sin la intervención del menor, ya que sois los adultos que conocéis al menor los que por observación (hasta ocho participantes) respondéis con facilidad y comodidad vía online a las entrevistas que os van a ofrecer información de la situación del menor.
Si en los resultados os indica que todo va bien, fantástico, nada de qué ocuparse que no sea en proseguir así. Ahora bien, si en el resultado aparece en alguno de los marcadores un posible riesgo os está facilitando el conducir al menor al especialista oportuno e idóneo para que pueda dar la mejor solución a la posible dificultad del niño o del joven.
Con sólo treinta minutos (en su extensión más larga) de tu tiempo dedicados para responder sobre el menor, seas progenitor o profesor, podrás permitirle al mismo calidad de desarrollo y de vida, ya que reuniendo la amplia información sobre el menor con dide es como podrás atender a su diversidad y singularidad para su mayor bienestar psicoevolutivo.
Si eres padre o madre y te preocupa el comportamiento de tu hijo/a, observa las señales y detecta sus necesidades con dide familia pulsando AQUÍ.
Los docentes y profesionales de la educación pueden detectar indicios de depresión infanto juvenil y otras dificultades en todo su alumnado gracias a la observación de señales con dide educación.